La crisis económica ha afectado con mayor dureza a algunos colectivos de la sociedad española, entre ellos los niños y las niñas que pertenecen a hogares con casi todos sus miembros en paro o con dificultades para llegar a fin de mes. ¿Cuántas veces hemos oído hablar de ello en los medios de comunicación?

Los datos empiezan a generar alarma. Entre 2008 y 2012, España se ha situado en el séptimo puesto de los países donde más ha aumentado la pobreza infantil, tal como se viene alertando, desde hace tiempo, por diversas entidades y organizaciones.

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Concretamente, el porcentaje de niños y niñas pertenecientes a familias con todos sus miembros sin empleo ronda el 14%, más del doble que lo registrado siete años atrás, en el inicio de la actual recesión, cuando no superaba el 6,5%.

Desgraciadamente, la reacción de la política española frente a esta situación ha sido indignante. Aunque los distintos grupos políticos se han manifestado a favor de generar consensos para disminuir la pobreza infantil y los efectos que genera en la sanidad de los niños y las niñas, las escasas iniciativas no superan el arco legislativo y, cuando sí lo hacen, apenas se notan sus beneficios.

La propia Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SEPAS) advierte de que en los últimos años el Estado ha reducido de manera significativa los presupuestos para la atención infantil, que en la actualidad es de sólo un 1,4% del PIB español. La media europea está en un 2,2%. ¿Vamos a permanecer de brazos cruzados?

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Mayor pobreza, menor atención sanitaria

Pero no se trata solo de la pobreza, sino de las consecuencias que se derivan de ella. La falta de atención a la población infantil española ha generado, a su vez, dificultades en temas de atención sanitaria para miles de niños y niñas.

La desnutrición, un elemento ligado a la escasez de recursos económicos, puede dejar secuelas irreparables en algunos menores. Algunos datos al respecto son:

  • Actualmente, se está dando un aumento de niños y niñas que solo tienen acceso a una comida al día, generalmente la que ingieren en los comedores escolares o en los centros de asistencia durante el período de vacaciones.
  • La mala alimentación puede provocar problemas psicológicos, siendo las depresiones reactivas el más común.
  • Asimismo, a corto plazo ha aumentado el riesgo de sufrir enfermedades infecciosas en la infancia, como es el caso de la meningitis. Esto obedece, sobre todo, a la toma de alimentos fuera de tiempo o en condiciones de salubridad que afectan la salud de los y las menores.
  • A largo plazo, la malnutrición infantil puede generar casos precoces de diabetes y otros trastornos metabólicos cardiovasculares.
  • Finalmente, los problemas en la alimentación pueden provocar un deterioro en el desarrollo cognitivo de los más pequeños. 

Las organizaciones sociales insisten en poner el foco en esta situación y sacar adelante medidas políticas que minimicen el impacto de la malnutrición y la pobreza. 

Algunas reiteran no solo la necesidad de elaborar planes generales en ese sentido, sino también de llevar a cabo actos concretos, como la apertura de los comedores sociales durante la época estival para que cientos de niños y niñas puedan beneficiarse de al menos una comida diaria balanceada. Y ahí entras tú: reivindicando medidas a tus gobiernos para que se impliquen en acciones como estas, contribuirás a que todos nuestros niños y niñas tengan las mismas posibilidades. ¿Para qué esperar?

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