Mucho ha llovido desde que, en 1995, la Plataforma de Acción de Beijing fijara las 8 esferas vitales para erradicar la desigualdad de género en el mundo: combatir una mayor pobreza femenina, mejorar el acceso de la mujer a la educación, trabajar contra la erradicación de la violencia de género, reducir las muertes femeninas especialmente por cuestiones sexuales y reproductivas, reducir la brecha salarial, poder acceder a la política, aparecer en los medios y, por último, adoptar un papel activo en la mediación en conflictos armados. ¡Menudo reto!
En estos 20 años los avances en los países desarrollados han sido notables, pero todavía queda muchísimo trabajo por hacer. En el caso de España, por ejemplo, la crisis económica ha agudizado la discriminación salarial hacia las trabajadoras y también ha hecho que las mujeres se vean abocadas a un riesgo de pobreza muy alto, especialmente en el caso de mujeres que vivan solas, según indica un informe de Cáritas sobre la pobreza de género en España.
Aun así, en países en vías de desarrollo, la situación de la mujer es aún más preocupante: un precario acceso a la educación, salarios inferiores a los de los hombres y una educación sexual prácticamente nula son algunos de los problemas a los que se enfrentan cada día muchísimas mujeres. Nicaragua es un vivo ejemplo de esta realidad. Hoy queremos explicarte la lucha de tres lideresas de Nicaragua que quieren cambiar esta situación. ¡Conócelas!
Tres lideresas nicaragüenses que combaten la desigualdad entre hombres y mujeres
En Nicaragua, del 40,5% de la población que vive en situación de pobreza, la mayor parte son mujeres del ámbito rural y con ascendencia africana. También es el país a la vanguardia en materia de embarazos adolescentes e incluso infantiles y es que el aborto está terminantemente prohibido, aun en los casos en los que supone un riesgo mortal para la madre.
Hoy queremos acercarte al trabajo de tres lideresas nicaragüenses comprometidas con los derechos de las mujeres en su país que incluyen combatir los embarazos no deseados, frenar la expansión del VIH, disminuir los altos índices de violencia de género actuales, promover la independencia económica y el empoderamiento de las mujeres.
Diana Martínez es una feminista con amplia trayectoria en trabajo con mujeres rurales y en la defensa de los derechos económicos de las mujeres. Es fundadora y directora de la Fundación Entre Mujeres (FEM), una organización emblemática que trabaja con unas 2,000 mujeres con quienes desarrolla una estrategia integral de empoderamiento.
Sandra Ramos fue una de las fundadoras del Movimiento de Mujeres Trabajadoras y Desempleadas “María Elena Cuadra” (MEC) que actualmente agrupa a más de 30,000 mujeres obreras. La mayoría son trabajadoras de las maquilas: grandes empresas textiles que se instalan en países como Nicaragua por las exenciones fiscales y la mano de obra de menor coste. Desde el MEC trabajan en campañas de sensibilización e información con las mujeres de las maquilas, las enseñan sus derechos y realizan con ellas procesos de formación y organización, además de ofrecerles asesoría jurídica.
María Teresa Blandón es una histórica feminista nicaragüense. Desde los 80 ha sido parte de organizaciones e iniciativas de lucha por los derechos de las mujeres de su país. Hoy dirige el Programa Feminista La Corriente, que trabaja en la defensa y promoción de los derechos de las mujeres y la igualdad. Entre los temas que más le preocupan está la negación de los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres nicaragüenses, así como la impunidad de la violencia machista porque “la gran mayoría de asesinos de mujeres están libres y es por falta de prevención y transparencia en el poder judicial”.
Todas ellas trabajan para que en Nicaragua se apueste por un modelo de sociedad más equitativo entre hombres y mujeres. ¿Quieres conocer cuáles son sus reivindicaciones? Sigue leyendo.
Desigualdad entre hombres y mujeres nicaragüenses también en el trabajo
En Nicaragua, como en tantos otros países del sur, las grandes multinacionales cuentan con zonas industriales en las que instalan sus fábricas, una especie de “puntos muertos” donde implantan medidas de producción en cadena que rozan la esclavitud: por una parte, mujeres y niños trabajan en condiciones de explotación y, por otra, las empresas no pagan impuestos y tienen una serie de ventajas económicas que pretenden fomentar la inversión extranjera.
Es aquí, en las maquilas, donde alrededor de 400.000 mujeres de Centroamérica han iniciado su lucha por conseguir derechos como trabajadoras: en muchos casos no se les permite ir al lavabo ni beber agua o cualquier otra actividad que rompa el ritmo de la producción en cadena, y los abusos sexuales son frecuentes.
Conseguir un salario digno para estas mujeres y unas mejores condiciones de trabajo son algunos de los objetivos que persiguen estas lideresas, además de un entorno laboral y social en el que poder denunciar abusos de todo tipo.
Y no solo eso: también pretenden cambiar los privilegios de las multinacionales, que pueden abandonar el país cuando quieran, no fomentan una transferencia tecnológica ni influyen significativamente en la formación de los trabajadores y trabajadoras porque, a menudo, se encargan de las tareas más sencillas y manuales de la cadena productiva.
Además, existen organizaciones, como el Grupo Venancia, que trabajan para promover una visión de la sexualidad libre de prejuicios, puesto que en Nicaragua las políticas educativas no incluyen la educación sexual. También el Programa Feminista La Corriente impulsa una campaña sobre el amor romántico que cuestiona las prácticas que fomentan relaciones abusivas en nombre del amor.
En Oxfam Intermón promovemos la difusión de la figura de estas lideresas para conseguir, entre todos, una sociedad más justa e incluyente, siguiendo con nuestra filosofía de perseguir cambios duraderos y un mundo con menos desigualdades para todos.