Un día como hoy, alrededor de las 12 h. hora local, la tierra rugió en el país del Himalaya. Se llevó por delante cerca de 9.000 vidas, hirió a más de 22.000 personas y unos 750.000 hogares quedaron dañados o destruidos. Afectó a un tercio de la población, alrededor de 8 millones de personas. Sus devastadores efectos todavía se sienten.
Leo con atención y tristeza las crónicas de los testimonios que nos envían los compañeros desde el país. Vidas enterradas bajo los escombros, vidas rotas sobre ellos. En apenas unos segundos, unos minutos, que se sienten como una eternidad, todo cambia alrededor. Los dolorosos recuerdos que transmiten están nublados, repletos de polvo envolvente y acallados por un sonido atronador. El temblor irrumpió en sus vidas cotidianas: “Estaba viendo la tele con mi hijo”; “estaba recogiendo fruta”; “iba en autobús hacia el mercado”; “acababa de dar de comer al bebé y estaba trabajando en el campo”...
Y, de repente, todo se derrumba: casas, caminos, árboles, rocas, ...“Fue muy aterrador; no puedo recordar todo de ese día, no quiero recordarlo más” nos cuenta Thulimaya Lama. Una sensación terrible comparable a la de las víctimas del reciente terremoto de Ecuador. Perder todo en un momento. Más allá de perder la propia casa, el techo que cobija, es perder todas las pertenencias e infraestructuras que te rodean, de repente no tener con qué ganarte la vida, y sobre todo, perder a seres queridos.
Kanchi Sunar, viuda, de 55 años, no ha podido superar la pérdida de su hija: “A causa del terremoto, mi casa quedó demolida por completo, y mi hija de 22 años murió. Si hubiera afectado sólo a mi casa me hubiera podido sobreponer, pero desde la muerte de mi hija he estado sufriendo mucho.”
"El día del terremoto estaba visitando un templo. Volví corriendo a casa, mi nuera me alertó: “La casa está completamente destruida y el establo demolido, pero el ganado están bien”. "Y yo le dije que mientras estuvieran bien, entonces todo estaba bien. Después llamé a mi hija, pero su móvil estaba apagado. No supe que mi hija había muerto hasta el día siguiente. No sabía lo que le había sucedido. A partir de ese día en adelante empecé a sentirme muy deprimida porque pensé que todo estaba perdido; todo había desaparecido. No hay manera de que lo pueda superar, incluso ahora. He trabajado toda mi vida para mantener a mis hijos y ahora mi hija ha muerto”.
Kanchi acude al centro de mujeres que ha impulsado Oxfam. Ahí encuentra consuelo: ”Me han enseñado a no estar tan deprimida, a no pensar tanto en lo ocurrido y pensar en las personas que están a mi alrededor. Tengo dos hijos, una nuera y dos nietas.” Está muy agradecida porque le han ayudado a construir un refugio, un lugar donde pueden estar, un lugar que puede llamar casa.
Sin embargo, el refugio temporal es ahora su morada permanente, donde viven los 6 miembros de la familia. “La vida en este refugio es muy difícil. Durante el invierno hacía mucho frío, las gotas de rocío caían del techo y mojaban el colchón y edredón. Tenía que secarlos todos los días. Tengo asma y es muy difícil para mí respirar, debo taparme bien para no enfermar más”.
La mayoría de las víctimas sigue viviendo, como Kanchi, en refugios temporales y con estas condiciones precarias deberán superar los próximos monzones. Hablamos de cerca de dos millones de personas aproximadamente. Las compensaciones acordadas de 200.000 rupias nepalies - 1.664 euros) por hogar no han empezado a repartirse. Este apoyo es insuficiente para reconstruir incluso las casas más pequeñas y además esto depende de que quienes lo soliciten posean certificados de propiedad sobre las tierras.
Oxfam alerta, en el informe “Por una reconstrucción justa”, del riesgo de que la población más pobre y vulnerable quede excluida del proceso de reconstrucción y recuperación del país. Como ha ocurrido ya en otros desastres naturales, las mujeres y las personas que carecen de tierras quedan excluidas de los planes de reconstrucción por no poseer la documentación necesaria. Por eso, la organización manifiesta su preocupación e insta al Gobierno a tomar las medidas oportunas para lograr un país más fuerte, más justo e igualitario.
Durante este año, Oxfam ha ayudado a casi medio millón de personas en siete de las regiones más afectadas suministrando agua potable, refugio de emergencia, alimentos, letrinas y otros artículos de emergencia esenciales. Actualmente, Oxfam está proporcionando herramientas, capacitación y préstamos de dinero en efectivo para ayudar a las personas a recuperar sus medios de vida, obtener ingresos y rehacer sus vidas. Además, defiende los derechos de las personas supervivientes, velando para que no caigan en el olvido. Tan importante como la rápida respuesta en la fase de emergencia, es el compromiso en la recuperación y reconstrucción, que durará años.
Recuerdas ¿Qué hacías a las 12 h. del pasado 25 abril? A millones de personas, ese momento les cambió la vida.
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