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Todas las personas tenemos derecho a la educación. Sin ella, las oportunidades de alcanzar nuestra felicidad y la de las personas que nos rodean se reducen. Es un derecho fundamental de todo ser humano, sin importar raza, credo, edad, sexo, condición social o nivel intelectual.
Si la educación en valores es esencial para lograr un mundo mejor, es necesario que este tipo de educación se lleve a cabo teniendo en cuenta la inclusión de todos y todas. ¡Y a eso vamos!
¿Qué es la inclusión educativa?
Según la Unesco, es "el proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de los y las estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y reduciendo la exclusión en la educación".
Pero es importante resaltar que, para llevar a cabo este tipo de políticas educativas, hay que tener en cuenta que cada niño y niña tiene unos intereses, unas capacidades y una personalidad; en definitiva, unas necesidades de aprendizaje diferentes.
Y esta es la clave para desarrollar correctamente políticas y proyectos de inclusión educativa. ¿Estás de acuerdo?
Un paso más respecto a la integración
Es habitual encontrar artículos, entrevistas o incluso conferencias que emplean indistintamente los términos "inclusión" e "integración". Sin embargo, son conceptos diferentes, aunque próximos, que conviene tener claros para no incurrir en errores y confusiones.
Lo que comparten ambas maneras de afrontar la educación es el objetivo de superar la exclusión. Así, este es el primer y esencial paso que debe conseguir cualquier institución educativa y cualquier gobierno que de verdad luche por una educación de calidad para todos y todas.
Ahora bien, una vez conseguida la integración educativa, debemos dar un paso más y trabajar por la inclusión. Las diferencias esenciales de ambos conceptos son las siguientes:
- La inclusión educativa se desarrolla con políticas de educación general, no en centros de educación especial.
- La inclusión trabaja con las capacidades del alumnado en vez de basarse en la discapacidad o en el diagnóstico médico.
- La inclusión necesita de cambios radicales en el sistema educativo, mientras que la integración es posible con cambios superficiales.
- Los principios que rigen la inclusión son equidad, cooperación y solidaridad, mientras que la integración se basa en la igualdad y en la competición.
- La integración se enfoca en cada alumna y alumno, mientras que la inclusión tiene en cuenta a todo el grupo.
- La inclusión reconoce y acepta a cada persona como es y, por tanto, no le impone un modo de ser ni de pensar que podríamos llamar "normalizado". Cada persona se desarrolla según sus capacidades y su personalidad.
- La integración ofrece a todas las personas lo mismo. En cambio, la inclusión busca ofrecer lo que cada persona necesita para llegar a disfrutar de los mismos derechos que el resto de las personas.
- Para la inclusión, las diferencias de las personas son una oportunidad de enriquecimiento, mientras que la integración busca, si es posible corregir esas diferencias.
- La inclusión tiene como objetivo eliminar las barreras que impiden a algunos niños y niñas acceder al aula con la misma facilidad que sus compañeros y compañeras sin la necesidad de una adaptación o cambio en el alumno o alumna.
- La inclusión acepta las limitaciones de cada persona, sin esconderlas ni disfrazarlas. Esas limitaciones están ahí y no se pueden ni se deben ignorar.
En definitiva, la inclusión en la educación significa que no existen requisitos de entrada, de modo que todas las niñas y niños de una comunidad puedan aprender a la vez.
Con ello, se consigue plenamente que todo el alumnado pueda conseguir de hecho el derecho a la educación, a la igualdad de oportunidades y a la participación. ¿Qué te parece esta idea?
La inclusión educativa en la práctica
Si te estás preguntando cómo aplicar la teoría, a continuación ofrecemos algunos consejos prácticos para desarrollar proyectos que logren la inclusión en la educación de una forma efectiva:
- El alumno o alumna debe tener un nivel académico acorde con el curso en el que vaya a ingresar.
- El proceso de inclusión debe ser tarea de todos y todas, sí, pero tiene que estar respaldado por un apoyo estratégico desde la dirección del centro e impulsado por el profesorado.
- Hay una serie de actitudes que nunca pueden faltar en el profesorado de una escuela que busque la inclusión: afecto, paciencia y respeto.
- Es muy conveniente que el profesorado tenga una formación y unas aptitudes que permitan manejar las dificultades y problemas que puedan aparecer entre su alumnado.
- Cada profesor y profesora debe conocer las patologías de sus alumnos y alumnas para poder resolver los problemas relacionados con sus necesidades específicas.
- Se realizará un seguimiento continuo del alumnado para valorar los logros y, sobre todo, detectar las dificultades y así poder ayudar a superarlas.
- Contar con un equipo de profesionales que ayuden a llevar a cabo el proyecto, como pueden ser educadores especiales, psicólogos, fonoaudiólogos, trabajadores sociales, etc.
- Es imprescindible que todos los padres y madres se impliquen en el desarrollo del proyecto.
- Buscar siempre actividades que promuevan el respeto a la diferencia, la igualdad de derechos y oportunidades.
- Favorecer la convivencia y el diálogo.
- Conocer y estudiar las culturas minoritarias.
Ejemplos de actitudes inclusivas
Pero pasemos a la acción. No basta con tener buenas intenciones. Hay que poner en práctica, con estrategias, actividades y acciones concretas, lo que la teoría de la inclusión educativa propone. Te ofrecemos algunas pistas al respecto:
- Dificultad de atención. Algunos niños y niñas pueden presentar un déficit de atención, por distintas causas, lo que produce una dificultad añadida en el seguimiento de la clase. El profesor o la profesora puede resolver esta circunstancia sentándose a su lado. Paulatinamente, el o la docente se irá alejando del alumno o alumna, ayudando a otros, para aumentar su autonomía de forma progresiva.
- Dificultades para socializar. Algunos niños y niñas presentan dificultades para relacionarse con el resto del alumnado o para intervenir en público, ya sea por simple timidez o por problemas psicomotores que dificulten su capacidad de comunicación. Se puede resolver esto con actividades en grupos heterogéneos y cooperativos, donde todos los miembros deban aportar e intervenir en la medida de sus posibilidades. Puede ser una buena idea realizar estas actividades entre varias clases a la vez, con la supervisión de varios profesores y profesoras. Es conveniente animar a participar a esos niños y niñas con dificultades para socializar y generar un clima de absoluto respeto y apoyo por parte del resto.
- Falta de interés. Se puede organizar una votación en clase para elegir la siguiente tarea entre una lista que habrán elaborado los propios niños y niñas. Todo el alumnado participa, y, al ser una tarea elegida entre todos y todas, mostrarán más interés a la hora de realizarla.
Como hemos visto, el desarrollo de una educación en la inclusión de todos y todas no comporta dificultades más allá de tener una férrea voluntad de llevar a cabo el proyecto y conseguir la efectiva participación de cada miembro del grupo, incluidos los progenitores y los poderes públicos.
Por lo demás, una vez sentadas las bases de un proyecto educativo inclusivo, los resultados se percibirán desde el primer momento y se reflejarán en todas las personas participantes. Y, más importante aún: se percibirán también en el futuro que esa comunidad está creando, un futuro más justo, más libre y más equitativo para todos y todas. ¿Te lo imaginas?