Realizar un voluntariado es siempre una experiencia única. Ya os hemos hablado de ello en artículos anteriores, donde os hemos contado historias y relatado testimonios directos de personas que lo han vivido en diferentes puntos del planeta. Uno de los lugares donde realizar un voluntariado reporta una de las experiencias más singulares –por su cultura, sus costumbres, su manera de vivir, sus contrastes…– es la India. Dos mujeres, Mariona y Gemma, nos cuentan su experiencia.

India

© Oxfam Intermón

Una decisión muy personal

Mariona llevaba varios años explicando proyectos de desarrollo a los socios de Oxfam Intermón y sintió la necesidad de vivirlos de primera mano. “Decidí ir a India. Me atraía la riqueza y la diversidad religiosa y cultural del país. Una vez allí me reuní con varias organizaciones que trabajaban en diferentes sectores para entender qué necesidades de voluntariado tenían y valorar si yo podía aportar algo. Finalmente colaboré con Creative Handicrafts, una organización de mujeres productoras de comercio justo por las mañanas y por las tardes con Akanksha, una ONG que da apoyo a niños y niñas de barrios marginales de Mumbai.

Gemma es publicista, no tenía nada que ver con este mundo. Sin embargo, siempre ha pensado que “todos somos responsables del bienestar de los demás y que nuestro deber como ser humano es contribuir a que todas las personas tengan una vida digna”. Por eso decidió dar un giro a su profesión y que su trabajo tuviera un fin social. Tuvo que esperar dos años a que surgiera un proyecto que se ajustara a su perfil. Ocurrió de la mano de la Fundación Vicente Ferrer y esa experiencia fue la que acabaría por cambiar el rumbo de su vida profesional.

“Recuerdo que recibí un e-mail” cuenta Gemma. “Era corto, 3 líneas, pero con un mensaje claro: tenían un sitio para mí pero me pedían un compromiso mínimo de seis meses”.

El día a día como voluntaria en India

Mariona vivía en Mumbai, en Andheri East. Se trata de un barrio en el que se mezclan slums (barrios de chabolas) con zonas residenciales para la clase media. “El edificio en el que vivíamos era de lo más normal”, recuerda. “Sin embargo nos sorprendía ver ratas pasearse por la escalera a cualquier hora del día. Cada mañana unas niñas pasaban por nuestra casa a recoger la basura. Era su trabajo seleccionar lo que podían revender”.

El destino de Gemma fue Anantapur. “La vida en el campus era como un oasis en el desierto, era como vivir en una pequeña burbuja. Tenía las comodidades mínimas pero necesarias para que mi estancia fuera confortable. Si quería estar en contacto con la vida real tenía que salir e ir a la ciudad”.

“Una de las cosas a las que tuve que adaptarme fue a la de no tener ocio”, continúa Gemma. “Solo libraba los domingos y los dedicaba a descansar, lavar ropa (a mano) y leer. Recuerdo con nostalgia y cariño las largas conversaciones y veladas que pasé con el resto de mis compañeros españoles (la mayoría voluntarios) que en aquel momento se convirtieron en mi familia”.

Lo mejor y lo peor

De cualquier experiencia, en que suele haber momentos de todo, siempre se extrae un lado positivo y otro que, a veces, puede no serlo tanto, pero en cualquier caso siempre trae consigo un aprendizaje. Sobre esta cuestión, Gemma y Mariona nos relatan lo mejor y lo peor de su voluntariado. ¿Quieres conocerlo?

Para Mariona, lo peor de Bombay es la desigualdad. “Es la ciudad de Bollywood, pero al mismo tiempo la ciudad en la que viven cientos de miles de personas en la pobreza, muchas de ellas, familias enteras viviendo en la calle”.

“Por otro lado”, continúa Mariona, “es duro ver como cuesta conseguir que las mujeres se den cuenta de sus derechos y puedan exigirlos. Derecho a elegir una profesión, a su integridad física, a ser respetadas”.

El momento más duro llegó cuando el marido de Mariona, que se encontraba con ella en el país, se puso enfermo. “Fuimos a un hospital y nos tuvimos que adaptar a la realidad del país. Antes de tratarle, salimos a comprar las medicinas fuera. No entendíamos muy bien el sistema, ya que después de darnos un diagnóstico nos mandaron a otro centro privado. Pero afortunadamente todo se resolvió bien”.

A Gemma, por su parte, el hecho aparentemente insignificante de ser zurda le costó algún disgusto. “Un día, durante una de las primeras comidas, vino hacia mí una de las cocineras indias. Me hablaba en telegu, yo no entendía nada pero sabía que algo no iba bien. De repente me quitó el tenedor y me lo puso rápidamente en la mano derecha. ¡Ups! No había tenido en cuenta que en la India usan la mano izquierda para limpiarse cuando van al baño y que la derecha sirve para comer, hacerlo al revés es una falta de respeto”.

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Anécdotas aparte, había un hecho de fondo que sí incomodaba un poco a Gemma. “Mi día a día en la oficina lo compartía con otras dos mujeres. Teníamos culturas, vivencias y creencias religiosas muy distintas (india-hinduista, india-musulmana y española-católica). A pesar de nuestra diferencias, el ambiente de trabajo fue muy bueno, basado en el respeto y la buena predisposición. Me hubiera gustado conseguir que ellas me vieran como una igual, pero nunca lo logré. Después, con el tiempo, me di cuenta de que nunca lo conseguiría. Todavía pesa demasiado el discurso paternalista y de superioridad con el que la cultura occidental ha intervenido en sociedades como la India. Es por ello que a mí, mujer blanca española icono de la “ayuda” asistencialista, me veían a veces como superior”.

Los mejores momentos fueron los compartidos con los niños y niñas que eran esponjas, aprendían rápido y daban un cariño espectacular”, recuerda Mariona. “Antes de irme me preguntaban siempre si al día siguiente volvería”.

“Buenos momentos también fueron los de escuchar las historias de superación de las mujeres que conocí. Me explicaban, por ejemplo, que tuvieron que huir de los malos tratos de sus maridos y fueron repudiadas por su entorno y cómo, un tiempo después, consiguieron una profesión con la que ofrecer un buen futuro para sus hijos e hijas”.

Aprendizajes que quedan para siempre

Ambas, Mariona y Gemma, reconocen en primer lugar un aprendizaje que tiene que ver con el contacto con la cultura. “Aprendí de una realidad cultural y religiosa muy diferente, pero me di cuenta de que las cosas importantes son las mismas para todas las culturas. El amor de una madre por sus hijos, la energía para luchar por ellos, la impotencia frente a las grandes injusticias y desigualdades o que el dinero no compra la felicidad pero ayuda”, dice Mariona.

“Yo recuerdo cómo durante el primer mes no paraba de sorprenderme día a día de las costumbres del país que me acogía. Aprendí a ser tolerante y respetuosa con aspectos de esa cultura que a lo mejor yo no compartía pero que sabía que no podía, ni debía, cambiar”, aporta Gemma.

En este sentido, Mariona aprendió la importancia de conocer bien la realidad en la que quieres ayudar y huir de los estereotipos. “Las soluciones que planteamos con ojos occidentales no suelen funcionar”, afirma. “Para poder aportar debes primero entender y meterte en la piel de las personas a las que quieres ayudar. Aprendí de la generosidad y la hospitalidad de las personas que casi no tienen nada material pero sí mucha energía e ilusión frente a grandes dificultades”.

Gemma coincide con la misma idea. “Aprendí que hay problemas comunes que requieren soluciones y actuaciones directas en personas concretas. De Vicente Ferrer aprendí lo importante que es conocer y tener en cuenta las necesidades de todas la personas”.

“Quiero resaltar además el papel de las mujeres de los talleres. Chicas jóvenes que por su condición de mujer y discapacitadas habían sufrido mucho y que gracias a la oportunidad de formación y trabajo que les daba el programa de Talleres Artesanales saldrían adelante. De ellas aprendí lo que era la personalización de la fuerza ante la adversidad”, continúa.

“Y de toda la experiencia aprendí a valorar mucho más mi vida, mi día a día y a dejar de lado los pequeños problemas que a veces ensombrecen nuestra felicidad”, termina Gemma.

Consejos para las personas voluntarias

Si estás pensando en realizar un voluntariado, ya sea en la India o en otro lugar en el que tu ayuda pueda ser necesaria, no dejes de leer las recomendaciones de nuestras dos protagonistas. Toma nota.

“Antes de viajar leí mucho respecto al país y la ciudad en la que iba a trabajar para poder adaptarme lo más rápido posible y estuve en contacto con personas que habían hecho voluntariado allí”, explica Mariona. “Antes de decidir hacer un voluntariado debes plantearte por qué lo quieres hacer, qué esperas de la experiencia y qué crees que puedes aportar”.

“Es muy importante que cuando alguien decide hacer un voluntariado escoja bien el ámbito en el que quiere colaborar, y elija la ONG con la que se sienta más afín a sus principios y objetivos. Creo que también es muy importante hacer un curso de formación, tanto si el voluntariado es en España como si es en el extranjero” aconseja Gemma.

“También que hay que estar a disposición de la ONG y no al revés. Tienes que ser alguien que aporte y no que entorpezca. Pero sobre todo es importante que te sientas a gusto y feliz con tu colaboración, porque si la tarea que te asignan no la quieres hacer, probablemente no irá bien. Y cuando el voluntariado es en el terreno, deja en casa el paternalismo con el que todos, en algún momento u otro, solemos actuar”, finaliza Gemma.

Siempre resulta útil y valioso conocer de primera mano la historia de personas que ya han vivido la experiencia que tú te puedes estar planteando vivir. No es imprescindible irse muy lejos: en nuestro entorno más próximo continuamente hace falta gente como tú, dispuesta a echar una mano a quien más lo necesita. Pero si, además, a esta vivencia le sumas la riqueza de conocer otros paisajes y aprender nuevas culturas y formas de vivir, ésta se multiplica y deja una huella todavía más profunda en quien lo vive.

Sabes que tu aportación es esencial para construir un mundo más justo y habitable. Un mundo que puede estar cerca pero también muy lejos, donde las desigualdades se agudizan y adquieren otra dimensión ¡Que sea hoy el día en que te decidas a dar el paso! ¡El voluntariado es la mejor forma de dar un giro a tu vida dando lo mejor de ti! ¿A qué estás esperando?

Para saber que tipo de voluntariados es afín a ti, ¡anímate a realizar este test!

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