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¿Eres capaz de ponerte en la piel de una persona refugiada? Y tus familiares y amistades, ¿piensas que podrían llegar tan solo a imaginarlo? En nuestro entorno más próximo son más bien pocas las personas que se imaginan a sí mismas formando parte de los más de 25 millones de personas refugiadas que ACNUR estima que hay en el mundo. No tuvieron otra opción.
Pero nos queda la empatía. Una empatía que, canalizada, nos empuja a no permanecer de brazos cruzados, mirando atónitos esta realidad que nos rodea. Por eso, en este post queremos presentarte algunos testimonios de personas refugiadas, e invitarte a moverte para que este número se reduzca a cero. ¡Contribuye a que puedan recuperar el timón de sus vidas!
4 testimonios de refugiados y refugiadas. ¡Su causa también es la tuya!
Escúchales. Son madres y padres, hermanos y hermanas, hijos e hijas. Son como tú, como cualquiera. Y solo buscan un futuro digno.
Medina quiere ofrecer algo mejor a sus cuatro hijos
“Es muy difícil viajar con los niños, han pasado frío, se han puesto enfermos, lloran mucho”.
Medina tiene 30 años y viaja desde Irán con sus 4 hijos, el menor tan solo tiene 6 meses y lo lleva en brazos. Es natural de Herat, Afganistán, pero llevaba más de 13 años viviendo en este país. Allí tuvo problemas y se vio forzada a marcharse. Estaba sola con sus pequeños, pues su esposo la había dejado.
“Dios sabe que cuando llegamos al borde del mar tenía tanto miedo que pensé que nos ahogaríamos todos”.
Su familia lleva un mes de viaje durante el que ha tenido que cruzar el mar, se ha topado con traficantes o se ha visto obligada a dormir en un bosque. Sus hijos e hijas han superado un sinfín de dificultades durante esos días. No fue posible coger muchas cosas. Sus pequeños se han resfriado. Perdieron sus guantes y gorros en el camino.
Medina no tiene a nadie. Pero su deseo es llegar a Alemania para ofrecer a sus hijos un futuro. Piensa que allí podrán estudiar.
Jahanzeb y Shakib han sufrido abusos
“No sabía que el viaje sería tan duro. No he tenido ni un minuto de paz, he llorado casi todos los días, me han pegado, me han robado”.
Jahanzeb denuncia que ha sufrido maltrato por parte de los agentes de policía búlgara. Les quitaron lo poco que llevaban, incluida la comida. Se quedó sin zapatos y cruzó descalzo las montañas que separan Bulgaria de Serbia.
Jahanzeb y Shakib, hermanos de 16 y 18 años, vienen desde Logar, Afganistán. Su viaje dura ya dos meses. Han recorrido Irán, Turquía y Bulgaria en busca de oportunidades.
“Hemos venido a Europa porque queremos tener una vida segura. Si hubiera paz en mi país no hubiera venido”.
Sus padres decidieron enviarles a Alemania debido a la situación que se vive en Afganistán. Él desea estudiar ingeniería y su hermano quiere trabajar. Pero no saben cómo podrán continuar el viaje.
La familia de Knyah Neulak ha sido víctima de conflictos
“Entraron en el barrio donde vivíamos nosotros y empezaron a matar a mujeres, niños, jóvenes, mayores… entraron en la universidad… en las escuelas”.
Knyah Neulak es de la etnia nuer. Originaria del Estado de Unity, en Sudán del Sur, se trasladó con su familia a Juba, la capital, para construir un nuevo futuro. No fue posible. Estalló la guerra y tuvo que abandonar su hogar para refugiarse en la llamada Casa de la ONU, el recinto que la organización tiene en la ciudad.
“Esto es como una cárcel, no podemos salir de aquí. Si intentamos salir, ir al mercado o volver a nuestra casa, nos atacarán en el camino”. A su marido lo mataron cuando abandonó el recinto para buscar carbón para cocinar. Está sola cuidando de sus cinco hijos.
“Ahora mis hijos no van a la escuela. ¿Cuál será su futuro? Esta generación está perdida”. Disponen de alimentos, pero no de dinero o forma de conseguir ingresos”.
Peter trabaja duro diariamente para integrarse
“Aquí podía tener una vida en paz”.
Peter tiene 21 años y es natural de Nigeria, donde estaba amenazado de muerte. “Yo era feliz en mi país, tenía una familia y me ganaba bien la vida, pero tuve que huir”. No pudo despedirse de su familia. Superó el desierto de Níger, escapó de un secuestro en Libia y se enfrentó por primera vez al mar subido en un frágil bote para llegar a Italia.
“Si quieres trabajar aquí tienes que formarte”. Su meta ha sido aprender e instruirse (clases de italiano y cursos para poder acceder a un puesto de trabajo). Tiene amistades italianas, va a la biblioteca, practica deporte… Le han concedido el asilo. “Mi sueño es tener un futuro, un futuro mejor”.
Cada vida vale lo mismo. No importa la latitud de la que proceda ni tampoco su color de piel. Practicar la solidaridad con la población refugiada es un gesto que volverá más fuerte a la sociedad. ¡Actuemos para ayudarles a tener una vida digna! Un “no” no es la respuesta que se merecen. Solo desean reconstruir sus vidas. ¿Quién no lo querría con todas sus fuerzas? ¡Trabajemos de la mano para darles ese futuro que les ha sido arrebatado! Y tú, ¿de qué lado estás?
Material complementario
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